Es claro que de acuerdo a la materia prima que tenemos es la calidad de nuestro producto, no es lo único, pero de ahí parte lo básico de nuestro éxito o fracaso. Por eso los artesanos son minuciosos a la hora de elegir su materia prima, como el cocinero se encarga de ir al mercado a elegir sus propias verduras o cortes de carne, de la misma manera el carpintero trabaja sobre determina especie de árbol y que además sea madera cortada en época y debidamente estacionada. Estos ejemplos nos remiten a los oficios, algunos se van perdiendo, dando paso a nuevos usos y costumbres, la tecnología no depende de artesanos, por ejemplo, y así muchos rubros más.
La madera buena y estacionada está cada vez menos disponible, y haciendo un paralelismo, lo mismo pasa con las personas en muchos trabajos. Quién durante muchos años formaba personas se ve desgastado por no poder interactuar con personas más jóvenes, a veces hasta personas jóvenes, capaces y comprometidas no logran interactuar en forma adecuada con sus propios congéneres, de algo nos perdimos.
Todos hemos tenido un mentor, o varios. Un docente, nuestros padres, un entrenador, los abuelos o tíos, algún vecino o quizás un jefe para quien trabajamos.
Eso lo debemos, de alguna manera. Alguien, hizo un esfuerzo para trasmitirnos experiencias y conocimiento para que podamos estar donde estamos. Podemos devolverlo, y hacerlo sobre quienes están desprovistos de herramientas básicas para poder desenvolverse en la vida. O sobre personas que no llegan a explotar todo su potencial, y al igual que la energía, se desperdicia.
En otras épocas, quién tenía un oficio siempre iba formando un ayudante o aprendiz, trasmitiéndole sus saberes y algo más preciado, su criterio. Los oficios se fueron desvirtuando, por el consumismo y por la valoración de estudios universitarios, que hicieron que menos gente se dedicara a los oficios, con lo cual como dicta la ley de mercado, cuando la oferta es menor a la demanda, su valor se incrementa. Eso explica porque hay oficios en los cuales se gana mejor que siendo un Junior de cualquier profesión.
Ahora bien, volvamos a la madera.
En el medio rural existe una problemática de falta de mano de obra disponible, y paradójicamente hasta en los pueblos del interior hay quejas de falta de trabajo.
Entonces hay claramente una desconexión entre oferta y demanda. No hay formación de personas que cubran esos lugares vacíos, las empresas no crecen en muchos casos por esta problemática, y por lo tanto hay una fuga de potencial enorme, para las empresas y para la zona en general.
Noto a menudo, que quién tiene personas en su área, demuestra un cansancio a causa del desgaste de liderar con muchos esfuerzos los subordinados, quejas permanentes y catarsis interminables.
¿Nos estamos quedando sin madera? Las personas no son un recurso más. Pero algo esta saliendo mal desde más atrás de la búsqueda de un empleado rural.
Quizás los mayores no queremos ser mentores, quizás la tecnología nos hizo creer eso. Qué el sistema anterior estaba caduco, y quizás faltó una adecuación al cambio de época. Hoy es un problema grave y creciente, donde nos quedamos atascados en posibles hipótesis. Pero no logramos salir de un análisis y diagnóstico empírico, sin fundamentación académica. Mucho menos soluciones prácticas.
No somos mentores por pereza, sabemos que la madera es diferente, no necesariamente es peor, es diferente seguro.
La realidad Argentina desmotiva a veces, pero debemos salir de ese discurso derrotista, fuimos bendecidos de tener la capacidad de reinventarnos ante las innumerables crisis que atravesamos. El campo en su cuestión biológica es el primer paso en muchos procesos, nos debemos eso.
Hay una inmensa cantidad de productores y empresarios del agro que están alejados de las escuelas, que no van a seducir a futuros empleados si no empezamos a plantar arboles nuevos, pero ya.
¡Debemos dejar de renegar de las nuevas generaciones, son el resultado de nosotros!!!
¡No es generación de hierro versus la de cristal! Salgamos de esa comparación, la responsabilidad está en nuestras generaciones que con buenas intenciones malogramos las que siguen después de nosotros.
Plantemos árboles, de buena madera, valores, los que nosotros aprendimos con necesidades. No son culpables de no darle valor a cuestiones que nunca entendieron cómo fundamentales. Hay evidencia que en muchos aspectos son mejores que nosotros. Al menos son mas sinceros, pero pueden ser más crueles al expresarse, o no tomar en cuenta el impacto de sus palabras y actos. Pero son en gran medida fruto de nuestras falencias, expresadas en personas que no está claro si van a poder autogestionarse, y pretendemos que sean tierra fértil de mensajes que ni nosotros mismos tenemos claro.
El sector agropecuario no escapa a una tendencia global de falta de interés por trabajos fijos, muchas veces monótonos y rutinarios. Estamos obligados a usar la creatividad, buscar seducir e incorporar a nuestros jóvenes. Lograr trasmitirle la pasión por crear y construir nuestro futuro, poniendo la empresa como un ente con responsabilidad social. Los chicos de antes eran diferentes, sí. Ya hemos invertido horas de conversaciones inconducentes acerca de eso. Debemos conocer las virtudes de nuestros futuros empleados, o colaboradores. A partir de conocerlos, ver las coincidencias y de ahí en más construir las bases de una interacción diferente.
Romper estructuras que nunca pusimos en duda, por ejemplo, horarios, debemos entender que las lógicas que usamos son otras, con mandatos que ya no existen, no al menos fuera de nuestro inconsciente colectivo.
Adaptarnos o correr el riesgo de no crecer, o incluso desaparecer…
Autor: Lic. Luciano Burcaizea