En los diferentes sistemas de engorde a corral que podemos ver a lo largo de nuestro país existen,
en mayor o menor medida factores que condicionan nuestro potencial productivo.
De ahí se desprende un primer interrogante, ¿Conocemos nuestro potencial?
En algunos casos sí, doy fe. Pero en muchos otros no. Y es un grave inconveniente no saber hasta
donde podemos estirar nuestros recursos ya asignados o incluso hasta donde podemos crecer
administrando de manera diferente esos recursos.
El ganadero de baja escala es austero, juega con estrategias defensivas. No puede exponerse a
grandes desafíos por temor, y a veces, va dejando relegado el crecimiento, en la variable que
quiera el lector medirlos. El mas común de estas variables es la ocupación de sus corrales.
Ahora bien, ¿qué otras variables o parámetros manejamos? Es decir, ¿a qué otros relojes le
prestamos atención en un tablero de control gerencial o empresarial en un engorde a corral?
Podemos definir números o cifras que me indiquen mi performance productiva, eso de alguna
manera me va a ir acercando a donde puedo llegar, en cada uno de esos parámetros.
Entonces la dinámica sería definir parámetros objetivos, con los cuales podré evaluar mi
desempeño como empresa, por ejemplo, la eficiencia de conversión, gran indicador, excelente
para complementar con otros. La eficiencia de conversión nos muestra cuantos kg de materia seca
necesitamos para elaborar un kg de animal vivo.
Siguiendo este indicador, debemos medir, con cierta disciplina, no una vez por alguna cuestión
circunstancial, sino como parte de una rutina, como si fuera racionar o repetir las vacunas de plan
sanitario al ingreso, en cada circunstancia diferente, invierno, verano, hembras, machos, destete
precoz, holandos o mestizos, recrías o hacienda en terminación.
Para reforzar la importancia de los expuesto, recurro una vez más a la analogía con el rinde de un
cultivo de agricultura, que sigue tan vigente como siempre.
Ultima tolva, acompañamos el camión a la balanza, sumamos los kg y dividimos por las has
sembradas, inconscientemente comparamos ese resultado con la media o lo que consideramos
aceptable para esas condiciones, lote, año climático, tecnología y demás recursos, y nos quedamos
incómodos o festejamos en función de eso.
Cuando podemos obtener resultados en estos parámetros, y los comparamos con los que creemos
aceptables, podemos plantear a futuro nuevas metas, definir nuevos objetivos logrables, por lo
cual revisamos el resto de las variables y luego tratamos de identificar donde tenemos margen de
aprovechamiento, o fugas de esfuerzos y recursos.
Hay cuestiones que pueden afectarnos y al no estar cuantificadas creemos que son menos graves
de lo en realidad son. Por ejemplo, el barro en los corrales.
Si hemos medido y hemos tenido aumentos diarios aceptables y además mortandad y eficiencias
de conversión razonables, seguramente vamos a notar caídas en esos índices durante la época de
mucho barro en los corrales. Sobre todo, si se deben a lluvias otoñales. Suelen no secarse, ya que
los días son más cortos, las temperaturas menores y la humedad de la noche impacta lo que en
verano no. Para el barro, no hay soluciones mágicas, corrales drenados, es decir con pendiente
suficiente, de acuerdo al tipo de suelo dependerá la misma, pero al menos mantenidos. Cuando
más saturados de purines se encuentre el suelo de esos corrales mas complejo será nuestro
problema. Corrales con menor asignación de metros cuadrados por cabeza implicará mayor
mantenimiento. Es energía extra de locomoción que necesita el animal, para desplazarse del
comedero al bebedero y dentro del resto de corral, sumado al estrés que le genera no poder
encontrar un lugar adecuado donde echarse, nos roba parte de nuestra eficiencia.
Además, si hace calor hará que se produzca un vaho de pozos semisecos, donde el animal por
instinto busca ir a refrescarse y por el contrario ese amontonamiento termina generando una
suerte de microclima donde aumenta considerablemente la temperatura y humedad. Si por el
contrario estamos en épocas del año frías, será factor predisponente para neumonías, que tanto
afectan a nuestros encierres.
Generalmente cuantificamos estos problemas por observación directa, primero, y por los índices
mencionados luego, quien pueda medirlos al menos. Pero ya estamos a mitad del problema.
De la misma manera no nos anticipamos a las temporadas de lluvias, avanzando desde aguas
abajo hasta llegar al comedero. Los movimientos de tierra suelen ser costosos, pero podemos solo
marcar las pendientes, o alisar las superficies para que en la próxima lluvia el agua busque esas
pendientes y no quede atrapada en deformaciones del relieve de corral original. Pensando a
futuro en sacar una parte de la superficie de ese suelo -cuando la saturación de bosta lo amerite- y
de alguna manera podernos integrar con los cultivos agrícolas.
Incluso si hay peligro de empantanamiento de la hacienda, en un caso mas grave, que suele darse
cuando pasados los días de lluvia, los corrales se van secando o como decimos en la campaña, se
van oreando, podemos aislar esas zonas con eléctricos o incluso cambiar de corral categorías mas
chicas y poner animales mas grandes si no tuvieramos suficientes corrales drenados.
Para evitar que estos factores nos afecten hay bibliografía del Inta por ejemplo que nos dan
diferentes alternativas de diseño y mantenimiento de los corrales. Pero el objetivo de este artículo
es incentivar, con cierta precisión, a medir y cuantificar esa fugas o pérdidas de eficiencias, ya
conquistadas en otras situaciones. Poder cuantificarlas nos empuja a tomar decisiones, ya que si la
perdida es mayor a la inversión solo resta resolver cuestiones de fondo.
He visto con cierta frecuencia evaluar la amortización de estas mejoras en tan solo un ejercicio,
por ejemplo plateas de hormigón, o comederos de cemento, es claro que las erogaciones
corresponden quizás al ejercicio que estamos atravesando, pero son obras a amortizar en varios
años. Siendo acciones aisladas y mal aprovechadas por nos estar incluidas en mi tan mentado
“plan de inversiones” que sigo recomendando hasta el hartazgo.
Con el calor pasa bastante similar, tanto el barro como las altas temperaturas son para toda una
región y afecta diferente entre engordes a corral o empresas.
Y estas diferencias en parte se explican porque son decisiones que se debieron tomar con
antelación, en medio de un golpe de calor no encuentro quien me haga las medias sombras,
incluso quizás las hago tarde y ya ese año casi no van a amortizarse. Por lo cual idealmente podría
construirlas en septiembre y así buscar el diseño, la ubicación y materiales adecuados.
Medir y analizar nuestros propios números nos desafía, constantemente a mejorar nuestras
propias mediciones, a crecer, no en una variable ni en dos, a crecer en forma armónica, para lograr
desarrollo genuino y bien enfocado, esto nos va “blindando” a situaciones climáticas adversas, a
situaciones de mercado no tan favorables. Y en épocas mas “normales” a mantener o aumentar
nuestros márgenes de ganancias.