El campo argentino tiene características muy diferentes a lo largo y ancho de su territorio, esto genera innumerables formas de producción, con diferentes grados de intensidad y escala.
Entonces la enorme posibilidad de aportes de tecnología que tiene el campo es inconmensurable, hay tantos sistemas casi como productores. El argentino siempre le da su “toque personal” a su modelo productivo.
A veces el productor carece de ese modelo en forma escrita, en forma estricta, con lo cual no deja de estar librado un poco al azar y corre detrás de negocios puntuales, adaptando las circunstancias y con una enorme capacidad de resiliencia transforma escenarios complejos en resultados positivos.
La falta de políticas estables a nivel país lo vuelve un tanto oportunista en cada rubro, siendo un problema claro la falta de planificación y profesionalización una constante que lo afecta continuamente.
Es así como algunos eslabones de la cadena suelen en una forma especulativa y un tanto egoísta apropiarse de una “tajada” mas grande de la torta con relativo poco esfuerzo.
La cadena de valor de la ganadería no escapa a lo antes mencionado, aún nos queda definir un producto de calidad, mejorarlo, conocer la demanda, y básicamente especializarnos, además de tomar mayor participación en la comercialización, por ejemplo.
La falta de confianza que nos generan los altibajos de otras épocas, ya sean de mercado o climáticos, se notan en la mirada cortoplacista que en general tenemos. Pensamos las inversiones en plazos que realmente son muy cortos. Por lo cual el valor a “amortizar” por año es más elevado. Luego ocurre que solemos encontrar en nuestro esquema productivo maquinas o herramientas, que el estado en que se encuentran da fe de lo “amortizados” que deberían estar.
Insisto con una herramienta fundamental, el plan de inversiones. Tenemos que renovar nuestro parque de maquinarias, tenemos que renovar aguadas, que incluso las que hicieron hace muchos años no son funcionales a nuevos requerimientos, celdas para manejar alimentos a granel, salir de silos que enlentecen los procesos, adaptar la estructura administrativa para que acompañe la toma de datos y los procese en tiempo y forma. Para esto debemos saber a dónde vamos.
Armar nuestra oficina, que esté íntimamente ligada con la primera línea de fuego, que la información, sea escrita o digitalizada, viaje con cierta celeridad, y por otro lado quede almacenada y disponible para futuros análisis.
Todo esto nos ordena. Hacer un plan no nos condena a una cuestión estanca. Por el contrario, nos deja una hoja de ruta a mejorar.
Debemos elegir más nosotros, sino alguien nos dirá que y cómo hacerlo. Para ponerlo en cuestiones prácticas, sabemos que tenemos que sembrar un verdeo, debo definir que especie y variedad, cuáles hay en el mercado, qué precio y disponibilidad, qué fecha requiere y que fecha libera el lote el antecesor, con qué producto lo voy a barbechar, y de qué tiempos entre cultivos voy a disponer. Coordinar esto suele ser uno o dos pasos. Pero debo asignarle tiempo a cada una de esas variables que fui nombrando en una sola subactividad. Ni siquiera mencioné una actividad más compleja.
Pero, ¿dónde encuentro esa información para tomar decisiones?
La información agronómica o técnica se puede generar desde el Inta, desde Crea, o desde las empresas vendedoras de insumos. Faltaría quizás poder tener un vínculo mas profundo con las facultades, para integrar más aún las necesidades del productor con las casas de estudio. Pero hay otro tipo de información necesaria, que es la propia, la de nuestra zona, que se genera constantemente. Pero hay que recolectarla, ordenarla y presentarla como conclusiones.
He visto innumerables adaptaciones de bibliografía extranjera a nuestros sistemas agropecuarios, por falta de recursos, por lo tedioso que puede ser investigar cada fase productiva buscando optimizar fechas, densidades, variedades, sistemas de producción etc.
Pero convivimos modelos productivos muy diferentes, mirando por sobre el alambrado, para copiar mal muchas veces, y basándonos en otras, en la recomendación técnica de quien nos vende el producto o servicio.
Sin pensar en malas intenciones de los “técnicos-comerciales” no podemos por falta de organización interna o de asignarle el tiempo correspondiente a cada decisión dejarlo en personas ajenas a nuestra organización.
Cada inversión, cada decisión debe llevar un análisis previo y un seguimiento luego. Sino debemos saber y ser consientes de que nuestro futuro depende en menor medida de nuestra responsabilidad. Y no es suerte o azar. Es falta de Gestión.
Alguien alguna vez me dijo, que el productor promedio no compra, le venden. Y aquí radica una cuestión fundamental. ¿Realmente cada decisión agotó la etapa de análisis para adaptar las recomendaciones técnicas a la realidad de nuestra empresa? ¿Sé lo que necesito para buscar la mejor opción para esa demanda? ¿Pude hacer análisis de coto/beneficio de cada alternativa? ¿O la cuestión operativa me absorbió por completo, dejando en externos estas cuestiones?
¿De qué manera optimizamos ese tiempo?
Me encuentro en diferentes empresas que el productor no sabe cuanto vale su tiempo, por lo cual hay conflictos importantes en como asigna ese tiempo físico a distintas tareas o actividades. Es claro que todos tenemos diferentes potencialidades, pero es una constante que relegamos la del tiempo de gestión de procesos, la de gestión empresarial, es donde generalmente menos nos capacitamos o que menos delegamos, tercerizando quizás o buscando apoyo en profesionales menos tradicionales, para encontrar el difícil equilibrio entre escritorio y recorridas, entre papeles y potreros.
Dedicarnos a tareas como evaluación de alternativas, con sus respectivos presupuestos, no debe dejar incomodo a nadie, ni a nuestros proveedores ni a nosotros, por el contrario, nos hace claramente más competitivos. Nos vuelve más profesionales en lo que hacemos.
Salir de la inercia de relaciones comerciales rígidas, pedir ayuda, investigar y sobre todo dedicarles el tiempo acorde a los montos de inversiones es algo a revisar, aún más en épocas difíciles. Es donde mayor margen de acción tenemos incluso. En los factores internos o dicho, en otros términos, tranqueras adentro. Para qué lo que no depende de nosotros, como clima y mercados nos afecten menos.
Autor: Lic. Luciano Burcaizea