El desafío de la “Autogestión” en el sector ganadero

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Nuestro campo argentino es una mezcla de muchas cosas. Costumbres, economías regionales, tradiciones, negocios, biología, entre otras. Y personas.

Es difícil a lo largo y ancho de nuestro país definir un perfil de colaborador dentro de las empresas agropecuarias. Hay características propias por regiones, diferente es el gringo agrícola de Santa Fe y Córdoba que el puestero de la Cuenca del Salado de provincia de Buenos Aires. Así podríamos enumerar un montón de ejemplos más, pero la idea es abordar los desafíos que vienen y no el de resaltar las diferencias entre las personas que llevan adelante las tareas en cada empresa agropecuaria.

Conviven sistemas de producción muy variados, con características diferentes de acuerdo a lo producido, de acuerdo a la tecnología aplicada y demás.

Las empresas están limitadas a crecer más o menos de acuerdo a la habilidad de convocar y gestionar personas y tareas.  A los técnicos no los forman en estas cuestiones, al menos creo que no lo suficiente.

Empresas con mayor cantidad de empleados, mano de obra dependientes, como sistemas intensivos de ganadería, tambos, engordes a corral, pueden tener mas clara la premisa de cómo “armar” equipos confiables, sólidos y productivos.

Pero, ¿estamos atentos a las nuevas generaciones y a sus nuevas características o cualidades?

Salir del mero diagnóstico, que nos marca diferencias por como fuimos formados las generaciones que hoy toman decisiones, que hoy deberían estar instruyendo, acompañando y demás, para pasar a “sanar” o “salvar” esas diferencias.

El conocimiento o habilidad en el empleado promedio rural ha ido mutando, así como sus pretensiones de diferentes índoles, más tecnológicos, menos sumisos, con mas demanda de tiempo para sus actividades de esparcimiento, horarios mas formales, internet, por ejemplo, para nombrar algunas.

Por otro lado, prefieren dormir en ciudades o pueblos, lo que implica una adecuación de traslados por ejemplo, pero a favor podemos decir la comunicación constante y la adaptabilidad en los cambios de sistemas en los nuevos perfiles vienen a sumar condiciones.

Debemos como sector ahondar en estas cuestiones, estamos obligados a hacerlo, sino seguiremos viendo a menudo como la carencia de colaboradores dentro de la empresa nos marca una fuerte limitante de crecimiento.

Equipos de laboreos, por ejemplo, de mayor envergadura nos ponen en situación de trabajar mayor cantidad de hectáreas con menor cantidad de personas, pero ¿es esa la solución? Mas dependiente es esa empresa de una o pocas personas. ¿Estructuras inmensas con inversiones que solo requieren de pocas personas, pero mucho más calificadas? Puede empezar a verse solo como un paliativo.

Entender el beneficio recíproco entre empresa-empleado es fundamental. Seducir y tentar a mantener el vínculo de una persona con una empresa es un gran desafío, ayudar a formarse en diferentes competencias, contenerla, y que pueda expresar su potencial, sería un buen camino hacia la productividad.

Para esto hay que destinar recursos, y tiempo, de quienes toman decisiones dentro de la empresa, gestionar esos vínculos, con soltura y con responsabilidad.

Debemos formarnos, todos, en este aspecto. Ser empáticos, estar atentos a las necesidades de los subordinados, brindar herramientas o colaborar para que los procesos mejoren con el componente personal de cada persona, debemos ser humildes en nuestros conocimientos, quien hace todos los días una tarea tiene mucho para aportar, debemos generar esos espacios.

Además, hay cantidad de disciplinas que colaboran en estas cuestiones desde la psicología o coaching ontológicos, por ejemplo. Es poner como prioridad la salud y bienestar de nuestro equipo.

Solemos ver empresas ganaderas preocupadas por el bienestar animal, que es importantísimo. Pero pongamos también ese énfasis en el bienestar de las personas, para promover el pleno desarrollo de ese empleado o colaborador.

Cuestiones tan sencillas como compartir metas y objetivos muchas veces motiva increíblemente, además permite aportar. Ya sabiendo adonde vamos es posible que podamos acercar ideas mejoradoras, pero si solamente conozco una parte o segmento del proceso, no es mi responsabilidad en ninguna medida el producido final.

Incluso compartir resultados, parámetros productivos, aciertos y desaciertos en un determinado tiempo, y repetir este ejercicio. Obviamente llevará tiempo preparar esta información, pero hará que nuestros colaboradores puedan sentirse parte de la solución. Que no es para nada menor.

La forma de administrar poder en las viejas explotaciones agropecuarias era administrando la información, debemos salir de ahí. El mundo cambió, y ese cambio llegó a nuestros equipos de trabajo, hoy la información está cada vez mas disponible, y gratis. Estamos a un “Google” de distancia de conseguirla. Dentro de la empresa podemos empezar a compartir información de nuestra performance productiva al menos. Que objetivos alcanzamos, cuales no y que podemos hacer para alcanzarlos.

Una nueva valoración emerge dentro de las cualidades de quienes integran la empresa, la autogestión.

El tiempo de quien toma las decisiones, de quien coordina ese equipo, de quién vela por las responsabilidades globales de la empresa debe ser cuidado, por todos los integrantes de la misma. Personas que encuentren al menos alternativas de solución a los problemas, ayudan a ese supervisor o decisor. Para que esto ocurra tiene que haber cierta permeabilidad en esta última figura. Pero solamente avisar de un imprevisto no alcanza. El costo de desenfocar un responsable y guardarnos la posible solución, hasta que esa persona entra en tema evalúa y resuelve, es enorme. 

Generemos personas que, supervisadas, tiendan a la autogestión. Pero como todo en la vida, no es magia lograrlo, es un arduo trabajo previo, con mucho compromiso de ambas partes y confianza, sobre todo.

Para lograr que una persona logre la autogestión debemos definir los procesos, con detalle, es tiempo bien invertido el hecho de volcar a papel lo “obvio” de los procesos, lo que siempre damos por sobrentendido, a veces necesitamos apegarnos a protocolos, minimizando las ocasiones que surjan imprevistos. Además debemos permitirnos una etapa de aunar criterios, para entender líneas de acción que surgen a medida que avanzamos en los procesos.

No está en el inconsciente colectivo argentino apegarnos a los protocolos, no al menos como en otros lugares, y seguramente esto excede a las cuestiones rurales, no estamos formados para rutinas eternas, entonces pongamos nuestro granito de arena, pero coordinados y contenidos.

Hay mucho para hacer y discutir antes de salir a realizar las tareas. Y luego es un proceso, que tenemos la responsabilidad de transformar en un círculo virtuoso, no como grupo de trabajo, sino como equipo, consolidado, sabiendo de las virtudes de cada individuo, reconocidas y en un marco de confianza para plantear problemas y soluciones.

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